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Mostrando entradas de 2021
  “Quien educa tiene un jardinero en su interior porque siembra la semilla de la curiosidad para que sus alumnos florezcan por dentro” Santiago Beruete (Aprendívoros) Una de las mejores sensaciones que conozco es la de entrar a una clase por primera vez. Cruzar la puerta, encender la luz, situarse delante de la pizarra, y mirar todas esas caras nuevas que esperan a ver qué les cuentas. Durante unos segundos, el mundo se detiene en el vuelo de los dados que un dios desconocido lanza al aire. Hay un silencio expectante que espera una palabra, un gesto, una sonrisa, una mano tendida o un sonido que vuelva a poner el mundo en marcha. Es un silencio que no se volverá a repetir en todo el curso. No de la misma manera. Es el silencio compartido que dibuja en el aire un grupo de desconocidos que te mira desde sus pupitres mientras tú los miras a ellos. Sabes que vais a pasar mucho tiempo juntos, que en unos minutos el rumor de los pupitres se irá convirtiendo en algarabía. Sabes que vais a com

Aquellas mañanas largas en que marchábamos a la universidad

RESEÑAS   25 de hace 25 Victor Colden Newcastle Ediciones   Hablar de recuerdos, de memorias y nostalgias, de lo que el tiempo nos va robando es hablar de literatura.     Como dice Luis Landero en su último libro, El huerto de Emerson, “cuando uno no sabe qué escribir, cuando la imaginación flaquea, cuando el alma se apaga y se embrutecen los sentidos, y cuando aun así uno siente la necesidad de escribir, siempre queda la posibilidad de abandonarse a los recuerdos. En nuestro pasado está todo cuanto necesitamos para encender el fuego de la inspiración. Hasta la fantasía tiene su casa en la memoria”. No escribas lo que sientes, dice el autor, escribe lo que recuerdas y dirás la verdad.   El  recuerdo es una parte fundacional de nuestro presente. Es nuestro presente. No podemos desligarnos de él aunque el olvido vaya horadando sobre su piel profundas galerías y extraños laberintos. Somos lo que somos porque fuimos, y el dolor por la pérdida de aquel otro que una vez habitamos form

Profesores y alumnos

Todas las convicciones que uno ha levantado en el aire de la adolescencia se van desmoronando lentamente con el paso de los años. Las veces que juramos no ceder al desánimo, no comprar una casa, no vestir de corbata, no ponernos zapatos de señora, no entrar en restaurantes ni en gimnasios, no quedarnos callados, no mentir, no decir ‘encantada, buenas tardes’, no fingir ser simpática, no aguantar más de un grito, no dormir sin amor. Dijimos que no a todo: a la comodidad y a la burguesía, al empleo fijo, a los viajes comerciales, a las agendas, a los lápices afilados. Dijimos que no a las pautas del papel pautado donde la gente que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico es la misma que necesita darse citas precisas para verse. Nosotros no estaríamos ahí. Nosotros los del nunca, los del ya, los del no. Nosotros los del todo, los del salto, los del globo repleto de pintura en la mochila. Nosotros que juramos quedarnos en el fuego, igual que en el poema de Alexandre, ardiendo en cualqui