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Mostrando entradas de febrero, 2020

Adelfas

De repente es verano. Mientras desayunamos, me quedo mirando la adelfa que crece tras el arco de la terraza. El leve movimiento de sus hojas contra el cielo recién amanecido. Creo que la adelfa es la planta más típicamente mediterránea que conozco, más que el naranjo o la palmera. Si tuviera que elegir una planta como emblema del Mediterráneo, la elegiría a ella sin ninguna duda, aunque la llamaría  baladre , que es más valenciano. Si echo la vista atrás, puedo decir que el  baladre  está presente en todas las escenas de todos mis veranos desde la más tierna infancia. Cualquier chalet que se precie, cualquier medianera digna   tiene que contener, aunque sea, un ejemplar de adelfa.  Sin embargo, no siempre le he tenido cariño. Su fama venenosa y mi tendencia infantil a la ficción trágica, me hicieron odiarla cuando era niña, tanto, que una vez me caí de la bici encima de una de ellas y estuve todo el día pensando que me iba a morir. Tampoco le tengo mucho cariño a las flores, que s

Mujercitas

La primera vez que leí Mujercitas, debía tener ocho o nueve años. Como estaba lloviendo mucho no nos habían dejado salir al patio y tuvimos que refugiarnos en la biblioteca. Todas queríamos el ejemplar ilustrado de la famosa novela de Louisa May Alcott y discutíamos a gritos en aquel viejo templo de los libros y el silencio. Pronto la bibliotecaria bajó de su limbo lector y vino con gesto perruno a poner paz en la tierra mientras el grupo rebelde se iba disolviendo por las mesas. Sólo otra niña y yo insistimos en desear ese volumen y permanecimos muy dignas en defensa de nuestro derecho a elegir. Con ínfulas salomónicas, la bibliotecaria se dirigió a la estantería próxima y cogió un ejemplar viejo de la novela: un libro con tapas rojas y páginas amarillas carente de dibujos y que ninguna de nosotras había visto jamás. La edición ilustrada se la quedó la otra niña y a mí me tocó el tomo polvoriento. Yo miré a la bibliotecaria con los ojos inundados en lágrimas sin comprender nad