Como parece que, de momento, no va a volver a nevar en
Valencia, aprovecho la oportunísima ocasión para compartir este poema de
Mecánica del prodigio (Pre-textos, 2010) dedicado a mi padre, quien hasta hace
unas horas albergaba, igual que yo, la ilusión de ver los copos cayendo de
nuevo en estas calles. Añado además el curioso detalle que he descubierto
gracias a los informativos de ayer: la nevada de la que habla el poema ocurrió
en 1983 (por eso yo ni llegaba a la ventana), apenas cuajaron los copos (o al
menos eso dicen los periódicos) y no fue un domingo, sino un sábado, pues así
consta que fue el 12 de febrero de ese año en todos los calendarios. Otra cosa
es el recuerdo.
NIEVE
Sólo nevó una vez.
Era domingo.
Tú llegaste a mi cuarto muy temprano.
Yo corrí hasta el salón.
Mis ojos no alcanzaban la ventana
y tú me levantaste entre tus brazos.
Y mira, me decías, mira el cielo.
¿Ves los copos minúsculos flotando
por el aire, allá al fondo, en los tejados,
cubriendo las aceras y los bancos,
los árboles del parque, las cornisas?
¿Los ves? Es un milagro.
Aquí no nieva nunca.
Y yo miraba atenta, embelesada
lo mismo que miraban tus pupilas,
la ingrávida cadencia de la nieve,
el peso de las nubes.
Después de aquel domingo
he visto muchas veces la tormenta,
el rayo, el aguacero,
he visto otras heladas y otros vientos,
ninguno ha disipado aquel instante,
nunca ha vuelto a nevar sobre esta tierra.
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