De repente es verano. Mientras desayunamos, me quedo mirando la adelfa que crece tras el arco de la terraza. El leve movimiento de sus hojas contra el cielo recién amanecido. Creo que la adelfa es la planta más típicamente mediterránea que conozco, más que el naranjo o la palmera. Si tuviera que elegir una planta como emblema del Mediterráneo, la elegiría a ella sin ninguna duda, aunque la llamaría baladre , que es más valenciano. Si echo la vista atrás, puedo decir que el baladre está presente en todas las escenas de todos mis veranos desde la más tierna infancia. Cualquier chalet que se precie, cualquier medianera digna tiene que contener, aunque sea, un ejemplar de adelfa. Sin embargo, no siempre le he tenido cariño. Su fama venenosa y mi tendencia infantil a la ficción trágica, me hicieron odiarla cuando era niña, tanto, que una vez me caí de la bici encima de una de ellas y estuve todo el día pensando que me iba a morir. Tampoco le tengo mucho cariño a las flores, que s
Blog personal de Lola Mascarell. Historias cotidianas, del aula a la poesía