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Mostrando entradas de enero, 2016

Mi equilibrio

Nos queda su palabra, dijo alguien al morir un poeta. ¿Y qué es lo que nos queda?, pensé yo. ¿Un destello de vida en el abismo? ¿Un relumbre de muerte? ¿Una limpia cosquilla de algo concluido? ¿Qué es lo que nos queda cuando queda tan sólo la palabra? ¿Rodeno, inmarcesible, esmerilado? ¿Qué palabra nos queda cuando queda tan sólo la palabra? ¿Nos queda algo del pálpito en el pálpito, una huella de amor en el amor, una miga tan sólo de aquel trozo de pan que iluminara el son de aquellas voces en una sobremesa? Si queda miedo o dicha, adentro u horizonte, deseo o turbación, ¿qué ha de importarnos? La noche va creciendo en la ventana como una mueca sorda y aprendida de costumbre y de hielo y con ella el vacío que nos lleva, sin embargo, yo sonrío al oír mis dedos desplazarse entre las teclas, este extraño claqué de extraños pensamientos que vagan junto a mí y que nada me dicen cuando dicen: el tiempo.

VOLVER

Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde  -como todos los jóvenes, yo vine  a llevarme la vida por delante A veces me descubro elucubrando de una forma difusa, quizás inexplicable, que podría volver al pasado, a la infancia, a aquel momento en que todo empezó a fraguarse. Como si bastara con dar un paso atrás o despertarse para sentir otra vez el fuego de los quince, por ejemplo, cuando estaba sentada en el pupitre al que ahora le hablo y que ahora habitan otros. Es muy claro el recuerdo y muy fuerte el estado al que me arroja este vano ejercicio del cerebro. Pero nada me cuesta imaginarme con la mochila a cuestas, recorriendo los pasos de aquella incertidumbre, regresando a la casa casi fuera de hora, oyendo al profesor y no escuchándolo, pensando que su voz estaba muerta, que era otro mi ahora, mi presente y que otra mi esencia. Que nadie viviría como yo ( dejar huella quería/ y marcharme entre aplausos... ) era entonces el tema de mis días