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Mostrando entradas de enero, 2017

Nieve

Como parece que, de momento, no va a volver a nevar en Valencia, aprovecho la oportunísima ocasión para compartir este poema de Mecánica del prodigio (Pre-textos, 2010) dedicado a mi padre, quien hasta hace unas horas albergaba, igual que yo, la ilusión de ver los copos cayendo de nuevo en estas calles. Añado además el curioso detalle que he descubierto gracias a los informativos de ayer: la nevada de la que habla el poema ocurrió en 1983 (por eso yo ni llegaba a la ventana), apenas cuajaron los copos (o al menos eso dicen los periódicos) y no fue un domingo, sino un sábado, pues así consta que fue el 12 de febrero de ese año en todos los calendarios. Otra cosa es el recuerdo. NIEVE Sólo nevó una vez. Era domingo. Tú llegaste a mi cuarto muy temprano. Yo corrí hasta el salón. Mis ojos no alcanzaban la ventana y tú me levantaste entre tus brazos. Y mira, me decías, mira el cielo. ¿Ves los copos minúsculos flotando por el aire, allá al fondo, en los tejados, cu

Sobre el cultivo de cerezos

Esta noche he soñado que plantaba cerezos. Eran tiernos y leves como hojas de bambú. Yo cuidaba su tierra con esmero y ellos desplegaban su belleza de flores, la potencia futura de su abrazo y su sombra. Después se ha ido borrando con un fundido en blanco. Esta tarde, mientras trataba de acabar un nuevo poema ha venido el recuerdo de este sueño a sacarme de allí, de la agreste encrucijada de palabras y sílabas en que estaba metida sin remedio ¿Qué extraño vicio es este de sentarse a buscar una palabra -tan sólo una palabra- en medio de las miles que tiene nuestro idioma por ver si así logramos terminar aquel verso? ¿Qué absurda paradoja es este intento de tratar de decir lo máximo en el mínimo, lo indecible en lo dicho, lo inefable en un trozo de papel? Son tantas las combinaciones, tantas las posibilidades, que a veces cuando trato de escribir es como si tuviera que abandonar mi casa urgentemente y sólo pudiera coger un objeto: un súbito desasosiego me paraliza y te

Andar con las manos en los bolsillos

Holgazaneo e invito a mi alma, me tumbo y holgazaneo a mi antojo… mientras observo una brizna de hierba veraniega. Walt Whitman – Canto a mí mismo Camino despacio por las calles recién estrenadas de enero. El sol apenas calienta, pero deslumbra. No es demasiado temprano. Sin embargo hay persianas que se levantan, patios recién fregados y rápidos transeúntes que acuden a sus trabajos. Yo acudo a algún recado que me he puesto a mí misma para salir a andar sin propósito alguno: las manos en los bolsillos, la pisada en sordina, los ojos en su deriva de colores y formas. Cuando era pequeña mi madre siempre me ordenaba que sacase las manos de los bolsillos . Y tampoco arrastres los pies , añadía de vez en cuando. Yo asumía el mandato como una más de esas órdenes adultas ( va, espabila, date prisa ) con las que nos enseñan a comportarnos, pero no lo entendía. Aún no sabía nada del tiempo y su valor, del prestigio del trabajo, de la necesidad de estar siempre ocupado y del abomi