Leer. Acompañar la vida con más vida. Hacer que la primavera florezca el doble. Ser una pieza más del universo: un leyente entre pinos desgajando palabras, escondido en el ritmo feliz de la naturaleza: el agua del aspersor, el croar de las ranas, el trino constante de los pájaros (quién sabe cuáles y por qué), las voces aledañas: ¡buenos días!, el aleteo pertinaz de las palomas… Todo unido a la música de las líneas que se enredan como ramas con el mundo, y lo duplican. Leer por ejemplo Las cosas del campo , mientras tiembla de verdes el jardín. Que las palabras acompañen a la nube, que la empujen más alto, que la llenen de seda y de misterio. O pensar bien el barro: su blandura, su olor, su manto fértil. En la sombra del níspero, comprender variaciones, ritmos de cosecha, ausencias de fruto y flor. Adivinar el miedo y la compasión en la muerte de un escarabajo. Y también su belleza. Levantar la vista del libro: acostumbrado como está al trajín de lo urbano, el ojo tarda un...
Blog personal de Lola Mascarell. Historias cotidianas, del aula a la poesía