Si eran infinitas las burbujas que el brazo dibujó cuando nadabas en la azul superficie de los días o las motas de polvo que en la tregua de un domingo infantil se quedaron flotando por el cuarto; si eran incontables las ganas de volver y las de verte e incontables los granos que en la arena del mundo disolvieron la dureza mortal de nuestra espera, ¿por qué nos obstinamos en contar el caudal de las horas? Nada sabe la gota en la ventana de cuántas ni de cómo habrá de ser su frágil duración. Sólo brilla un momento en su ignorancia de gota singular y su destello inunda la mirada antes de irse: un instante tan sólo que cae, que se deshace que ya es agua. (Inédito) Sólo un breve vistazo al número y a la fecha, apenas una somer...
Blog personal de Lola Mascarell. Historias cotidianas, del aula a la poesía