al cubo de las cosas ya sin alma,
a quien tome la caja
del compás, yo le ruego
lo haga con cuidado: mi niñez no despierte,
duerme un sueño sin tiempo ni medida
en su funda morada.
Miguel Ángel Velasco, Caja de Compás
Una rara cosquilla de felicidad nerviosa recorre mis dedos al abrir el estuche de las gomas de borrar que compré el otro día en el supermercado. En mis manos, nueva, suave, blanca, con las letras en el lomo aún intactas, la goma deja de ser una goma y se convierte en la metáfora precisa que contiene el recuerdo de todos los inicios de curso. Aunque también una paradoja: que un utensilio destinado a convertir en nada lo que alguna vez hubo, pueda contener también lo que hubo alguna vez y que ya es nada.
Supongo que el encanto de las gomas también reside en eso, en la posibilidad de borrarlo todo y recomenzar. Empezar el curso con la página en blanco: los renglones vacíos, la mirada despierta y unas leves borraduras como hebras de harina o algodones finísimos que esperan en el folio ese hilván de lo antiguo y de lo nuevo que sepa reescribirlas.
He acercado la goma a mi nariz. En su aroma permanecen difusas memorias escolares: las ganas de empezar, la vergüenza de los primeros días, la emoción del reencuentro y las nubes de septiembre que también van borrando, deshaciendo, los restos del verano.
No sé - ni quiero saber- qué cosas aprenderemos en este curso, ni si habrán de servirnos de algo, ni si dejaran alguna huella en nuestras vidas o se irán desvaneciendo en el hacer de la goma del tiempo. Sólo sé lo que está ocurriendo ahora mismo, lo que pasa en este preciso instante encima de mi escritorio, algo que sí querría poder contar de alguna forma a mis alumnos: que el encuentro poético, la vida, la belleza, están escondidos en los lugares más inesperados, que aguardan silenciosos en cualquier cajón, en cualquier minuto, esperando una mano que los fije en la memoria, antes de que el tiempo -goma, viento, nube, olvido- los borre para siempre, que ya nos está borrando.
Lola que aventura y que don esa capacidad de plasmar lo sentido simple, preciso y poéticamente...a simple lectura parece algo tan blanco como las gomas de borrar!
ResponderEliminarComo me gustaría ablandar mi mente y afilar mis dedos para llegar ahí!
Admiración!
Gracias. A veces la poesía se esconde en las cosas más simples y sólo que hay afinar lo oídos y afilar el lápiz. Saludos!!
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