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Arte de agradecer

“Frío en abril es poesía”
Antonio Cabrera, Gracias, Distancia
Ed. Cuadernos del vigía

Hay libros que al cerrarlos nos llenan de gratitud: de amor a la vida. Libros que nos emocionan y enseñan, que se abren como flores en el pensamiento después de haberlos leído. Libros que al alejarse de nosotros no se hacen pequeños sino grandes. Pensar, agradecer, reflexionar, necesitan de la lejanía y son necesarios para vivir. Como dice Josep María Esquirol en su libro La penúltima bondad resulta imprescindible aprender a agradecer con gracia, porque el agradecimiento “es un don sobre un don; una generosidad que es respuesta a otra generosidad”. Si alguien da las gracias nos está entregando una parte de sí, nos muestra su adhesión, dibuja una correspondencia. 

El libro de aforismos de Antonio Cabrera, Gracias, distancia, recién publicado en Cuadernos del Vigía, es un motivo más por el que estar agradecido, una razón para reflexionar sobre lo importante que es dar las gracias. Y también para pensar la distancia. Para pensar en las gracias, en la distancia, en lo importante. Para pensar, sobre todo, en el propio pensamiento. Para sumergirse en un río que, como las aguas de Heráclito, es siempre el mismo y es siempre distinto. 

 “Antes de levantarnos para acudir fuera de nosotros acariciemos levemente, 
pero con agradecimiento, nuestro sillón, nuestra mesa” 

 La buena literatura, los buenos libros nos enseñan también a prestar atención, nos dicen que estemos atentos a lo que hay, al aquí y al ahora. Dicen: mira. Y eso es lo que dice Cabrera cuando escribe.

“Para agradecer hay que abrir los ojos”. 

 Y por eso justamente, porque los tenemos abiertos y llenos de gratitud, no he encontrado otro modo de hablar de este libro que agradeciendo todas las maravillas que en él se dan cita y que son muchas: la distancia, la poesía, el pensamiento, la mirada, la ironía, el humor. Así que Gracias, distancia por regalarnos esta colección de aforismos y esta lección de amistad. 

Y gracias también a tu hermana, la lejanía, por (y cito ahora a Antonio Prete) “conferir presencia a lo que a la presencia escapa, por proporcionar una configuración y un ritmo a lo invisible, una lengua a lo inalcanzable”. Gracias por dejarnos jugar con la ilusión de traer a nuestro lado, con palabras o imágenes, lo que no ha de ser nuestro. Lo dice Antonio Cabrera en forma de aforismo: 

 “Toda ausencia tiene lugar”

 “Vacío repleto: lo lejano” 



 Gracias también, poesía, por emerger de repente, siempre rotunda y siempre misteriosa en medio de estas páginas, por venir sigilosa como el frío en abril para decirnos: 

 “El tedio es una duna” 

 “La pereza es semilla” 

 “Este repentino rayo de sol sobre el cuaderno quiere ser aforismo. Pero es haiku”. 

 Y gracias al pensamiento, ese pez, esa hoja, que se mece en la filosofía y brota en estas líneas en forma de paradoja, de silogismo: 

 “Camino, luego abandono” 

 “Filosofamos porque miramos” 

 Gracias, mirada por dejarnos ver las cosas de otro modo, por invitarnos al milagro de la luz y de las sombras, porque 

 “Si un árbol se deslíe en la luz, echa raíces en ella” 

 Porque Gracias, distancia es un libro que no se agota en una sola lectura, es un libro que echa raíces en nosotros. Así que gracias, Antonio, por estos aforismos que parecen escritos en otoño.

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