Cada día, cuando Beatriz pasa por la calle, Dante se asoma a la ventana para poder saludarla. Se le acelera el corazón al presentir sus pasos, el leve rumor de la tela de su vestido, el cambio de temperatura de su sombra proyectada en el empedrado. Todo es significativo en esos breves segundos. Que ella se toque el cabello, que mire hacia el otro lado, que tropiece con los adoquines o se acaricie la boca. Durante el resto de la jornada siguen pasando cosas. Ninguna tendrá importancia. Todo gira imantado en ese encuentro. Todo alumbrado por el recuerdo y por la proyección futura de ese breve momento de contacto. El tiempo sigue pasando. Un día Beatriz deja de sonreírle. Después se marcha definitivamente. Dante escribe, pensando en ella, La vitta nuova,y es ella quien le espera en el cielo de su famosa Comedia.
Ocho siglos después, el joven José María Micó, se enamora de ella con una pasión casi adolescente y jura que algún día la traducirá al castellano. Hay otras traducciones, claro, pero él quiere hacer una que acerque la Comediaa los lectores. Y empieza por quitarle la Divinadel título. Se sumerge en el estudio. Se entrega al análisis pormenorizado de todos los ejemplos. Se ha escrito tanto sobre esta obra a lo largo de la historia... Después se encierra en su mundo, en ese camino arduo y repleto de peligros que es la traducción de un clásico. Hoy, el sueño de ese amor juvenil, el fruto de esa pasión primera es un cuidadísimo volumen publicado por Acantilado y que nos permite comprender aquello que el propio Micó dice en el prólogo: que los grandes clásicos de la literatura lo son “porque son de otra clase”. Igual que es de otra clase el resultado de este trabajo, de esta declaración de amor a laComediade Dante.
Que el amor sea el motor de todo, de esta obra y de la traducción que ahora tenemos entre manos es algo que nos permite comprender mejor el mundo, un acto necesario. Al fin y al cabo, la literatura nos interesa por eso, porque habla de la vida, porque es vida hecha palabra, porque contiene pasiones, porque es luz y nos acompaña y aconseja y enseña, igual que Beatriz guiando a Dante en su ascenso. No importa si vivió en Florencia, si pasó por su casa, si se llamaba Beatriz o Simonetta, si ese saludo sucedió en la calle o en una ventana o en la imaginación del escritor. Si existió Dante siquiera. Y más. Pues no prueba nada, contra el amor, que la amada, no haya existido jamás.Amor y admiración es lo que siente el lector al acercarse a esta Comediatan cercana y amena, al entrar en sus paginas como quien entra en su casa. El amor que mueve el sol y las estrellas.
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