Estos momentos breves de la
tarde,
con un vuelo de pájaros rodando en el ciprés,
o el súbito posarse en el laurel dichoso
para ver, desde allí, su mundo cotidiano,
en el que están los muros blancos de la casa,
un grupo espeso de naranjos,
el hombre extraño que ahora escribe.
con un vuelo de pájaros rodando en el ciprés,
o el súbito posarse en el laurel dichoso
para ver, desde allí, su mundo cotidiano,
en el que están los muros blancos de la casa,
un grupo espeso de naranjos,
el hombre extraño que ahora escribe.
Hay un canto acordado de
pájaros
en esta hora que cae, clara y fría,
sobre el tejado alzado de la casa (...)
en esta hora que cae, clara y fría,
sobre el tejado alzado de la casa (...)
Lamento en Elca,
Francisco Brines
Al fondo del camino, la casa duerme un sueño de muros encalados
y antiguas buganvillas sobre un valle repleto de naranjos. Una línea de azul
ultramarino dibuja el horizonte. Las voces de los visitantes van llenando cada
rincón: la alberca y el estanque, la sala principal con sus retratos, el jardín
interior, la escalera que da a la biblioteca y hasta el cuarto de baño de suelo
ajedrezado. Lentamente la casa va saliendo de su ocasional letargo y la luz de
la tarde se suma a la alegría de voces y de pasos con que pasan las horas de
este día anónimo de junio.
No es anónimo el suelo que pisamos. Cada breve baldosa encierra el tiempo de pisadas y sueños que poblaron la casa en días tan felices como éste. Y algo del murmullo de esos días continúa atrapado en sus estancias, canta junto a la luz, junto a las voces entusiasmadas de sus puntuales inquilinos. No cuesta imaginarse el tiempo del verano en esta casa. Ni al niño que la habitó y que ahora anda despacio entre sus muebles, ayudado del bastón. Asusta comprobar cómo los seres se van desvaneciendo mientras quedan sus cosas: sus libros y sus cuadros, sus espejos, sus bancos de cemento, sus cuentas, sus papeles.
Sin embargo, no estamos asustados, porque estamos aquí, plenos y juntos, y todo se organiza en torno a la celebración. Brindamos por la suerte de este día; por la feliz coincidencia que nos hermana; por la casa y su inquilino; quizás, veladamente, por la poesía. Las cosas que la habitan celebran con nosotros su alegría de estar y si uno logra afinar el oído todavía es capaz de escuchar entre tanto ajetreo las pisadas del niño que se asoma al estanque para mirar los peces.
El mundo se duplica. Mezcla superficie y profundidad. Los peces surcan árboles, raíces que se hunden en el agua, pulmones desleídos en el breve contrapunto borroso de la adelfa. Borroso como el rostro de aquel niño que ahora corre por el empedrado hasta la entrada principal de la casa. Es inquieto y despistado, como todos los niños. El ruido de sus pies atraviesa el salón a trompicones, persiguiendo un insecto y el destello violeta de su tripa hasta que la luz estival que hay en el patio se lo borra.
Nada le importa al niño. Va de aquí para allá, asomándose loco entre los setos, sacudiendo las hojas de palmera, las flores del jazmín, cavando galerías en la tierra detrás de algún gusano mientras cantan los pájaros y vuelan las abejas y a él le zumba también el corazón al dar alcance a su presa. Libélula, ha pensado al atraparla, y ha visto la palabra deshacerse como un néctar sagrado.
Cansado de los juegos exteriores ha subido hasta el ático. Enmarcado detrás de la ventana, el gigante Montgó vigila el mundo. Y él vigila al Montgó. En las sombras lejanas de aquel valle, la tarde se deshace enredada en los versos de un poema. Y la vida no duele. Y el tiempo es una masa infinita y eterna en el centro fragante del verano. Porque todo va al mar: y el hombre mira el cielo...
Me encanta la perspicacia y la facilidad que tienes de desarrollar algo tan mágico que me atrape y haga cobijarme en ello. Me sorprende tu manera de valorar las huellas que han ido dejando otras personas en cada resquicio.
ResponderEliminarLeyendo, he entrado en una pequeña reflexión respecto a lo de dejar huella. No se me da muy bien expresarme, intentaré hacerlo brevemente lo mejor posible.
He estado leyendo tus publicaciones, he leído tus entrevistas, etc. Quería saber más de ti; no te asustes, no estoy loca, simplemente siento admiración.
Hace tiempo, nueve años quizá, además de dejar huella en aquel instituto, también la dejaste en mí.
Enhorabuena por todo lo que has logrado.
Hola Sonia. Cuánto tiempo. Gracias por tus palabras.Aunque son muchos los años dando clase y muchos los alumnos que han pasado por mis aulas, recuerdo que tenías una libreta en la que te gustaba escribir, y que lo hacías muy bien. Espero que todavía lo sigas haciendo. Me ha alegrado mucho leerte.Ahora ya sabes dónde estoy :) Un abrazo. Lola.
EliminarHola Lola.
EliminarMe alegra saber que sigas recordando aquella libreta, supongo que eso significa algo.
Todo ha cambiado, así que rara vez escribo, solo cuando tengo esa necesidad de desahogo.
Te leeré siempre que sigas regalándonos la oportunidad de hacerlo.
Otro abrazo para ti :)