Hay un orden secreto que organiza las cosas, una disposición universal de cada objeto. Nos gusta pensar que somos nosotros quienes los hemos colocado en este o aquel sitio, pues eso nos afianza en nuestra ilusión de demiurgos, de escenógrafos de lo cotidiano. Pero la realidad -por lo menos esa forma de realidad que otorga la perspectiva del tiempo- nos enseña que son los objetos los que acaban eligiendo el espacio que quieren ocupar. Y lo siguen ocupando aunque nosotros nos obstinemos en cambiarlos de lugar. Hay un clavo en la pared de mi casa donde falta un cuadro. No sé quién lo ha movido, ni cuánto tiempo hace, ni siquiera qué imagen contenía aquel lienzo. Pero brilla el vacío de tal forma, se hace tan presente la ausencia de aquel cuadro, que algunas veces pienso que todavía sigue allí. Los objetos acaban ocupando el lugar que ellos quieren. Pero nosotros tratamos de llenar nuestro vacío moviéndolos constanteme...
Blog personal de Lola Mascarell. Historias cotidianas, del aula a la poesía